Emily Armstrong, cantante, compositora y música estadounidense es la nueva vocalista principal de Linkin Park, una banda de rock (y diversos experimentos melódicos) que surgió en 1996. Con esta elección, el equipo liderado por Mike Shinoda vuelve a entrar en vigencia, luego de la muerte de Chester Bennington, el 20 de julio de 2017.

En este contexto, quisiera contarles que hubo una época, entre mis 17 y 23 años, en que tuve un potente “crush” con Chester. Me gustaba tanto, tanto, que me dolió saber que estaba casado con Samantha Marie Olit, su primera esposa.

Quería parecerme a él, así que conseguí, rebuscando en el mercadillo, una tela similar a la de sus pantalones en el video
clip de “Papercut” y le pedí a mi abuela hacerme unos igualitos (ya tenía los botines y un montón de polos y camisetas negras).

La verdad es que adoraba mi imagen y adoraba a Bennington, porque las letras de sus canciones me representaban de una forma cercana, familiar. Linkin Park me hacía sentir acompañada.

Con los años, entendí que Chester hablaba acerca de sus propios problemas con las drogas, el alcohol, el abuso, la marginalización y, sobre todo, la depresión.

La conexión tenía sentido: en ese entonces, yo estaba pasando por una de las peores etapas depresivas de mi vida.

Afortunadamente, estuvo Chester y también amigas y amigos entrañables.

Hoy sigo aquí, con distimia, en tratamiento, una familia preciosa y muy buena disposición ante la vida.

La noticia del suicidio de Chester Bennington llegó a mi celular justo antes de plantarme ante un equipo de avanzada de la Presidencia de la República del Perú, dispuesto a fotografiar a mujeres sobrevivientes de violencia intrafamiliar que estaban recibiendo contención en un espacio seguro.

Era un campamento de desplazados por las inundaciones del Niño Costero. Yo tenía un rol de personal humanitario.

Recuerdo que se me quebró la voz explicándoles los motivos por los que no podían entrar ni tomar fotos allí. Pusieron algo de resistencia, pero terminaron por comprender y retirarse.

Permanecí en silencio, mirándoles alejarse y apreciando los colores de la puesta del sol en el desierto, digna de un anime postapocalíptico de los años 80, en plena zona industrial de La Esperanza, Trujillo, al borde de la carretera Panamericana Norte.

Ese 20 de julio de 2017, por algunos minutos, tuve 20 años otra vez.



Ilustración: https://displate.com/displate/2484826

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corrado.scropetta@etik.com

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