Hace un tiempo, mostré con entusiasmo a un amigo de Perú mis ediciones italianas del manga Yona, princesa del amanecer. Él, que es un coleccionista riguroso, se fijó de inmediato en el material, y lanzó rápidamente un veredicto: «El papel es de ‘mala calidad’.»
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No es la primera vez que escucho esto. Para muchos en el mercado hispano, que prioriza el objeto coleccionable, un papel más delgado y menos blanco se percibe como inferior. Mi respuesta, sin embargo, fue un recordatorio de una realidad editorial muy distinta: «Es así como encuentras los mangas en Japón. Son artículos de consumo rápido, de bolsillo, disponibles en las tiendas de periódicos y revistas.»
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Este pequeño choque de percepciones resume la gran diferencia entre la industria editorial japonesa y la cultura coleccionista occidental.
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La economía del papel: Japón vs. Occidente
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Para empezar, tengamos en cuenta las cifras:
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- En Japón, un volumen de manga nuevo en formato Tankōbon puede costar entre 400 y 600 yenes (es decir, entre 9.50 y 14 soles).
- Las ediciones italianas, con las mismas dimensiones y portadas, se encuentran a 6 euros (24 soles), mientras que sus equivalentes en España podrían no bajar de los 10 euros (40 soles) por libro.
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Para comprender estas diferencias, debemos tener en cuenta la funcionalidad: en Japón, el manga es un producto de consumo rápido, pero también social y circular. El formato Tankōbon, por ejemplo, está diseñado para::
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- Tener bajo costo y alta tirada: utilizar papel más económico (a menudo reciclado, con un tono ligeramente grisáceo o beige, similar al de periódico) permite mantener precios bajos y maximizar la producción en masa. Este papel, sin embargo, es fuerte y la encuadernación permite la constante manipulación y el intercambio.
- Comodidad visual: este papel menos blanco es importante, ya que reduce el reflejo y la fatiga visual, ideal para leer en el metro o bajo luces artificiales. Esto es algo que los mangakas saben muy bien, por lo tanto, realizan sus diseños en consecuencia.
- No es un objeto de lujo: por lo general, los japoneses compran, leen y, a menudo, revenden los tomo (hay muchas librerías de segunda mano), entendiéndolo como una lectura transitoria.
Esto, claro, no aplica para ediciones especiales o deluxe, que son lanzadas de vez en cuando.
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El mercado editorial de manga en Italia, que empezó en los años 80, siguiendo el camino de Francia, pionera en Europa, tiene un mayor volumen de ventas que el español y ha conseguido acercarse a esta filosofía: prioriza la accesibilidad de precio utilizando un papel de menor gramaje. Este papel, aunque a ojos del coleccionista occidental no sea premium, es más fiel a la funcionalidad del formato original japonés y mantiene los costos bajos.
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En cambio, el mercado hispano (España, América Latina) tiende a elevar la calidad del papel (más grueso, más blanco) y la edición (sobrecubiertas, extras), tratando el manga como un objeto de colección digno de inversión, lo que inevitablemente encarece el precio final.
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En todo caso, es imprescindible tener en cuenta que las ediciones en otros idiomas siempre serán más costosas que aquellas en japonés, pues ya de entrada requieren una inversión adicional: la traducción.
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El «impuesto» de la distancia: costos de importación
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Si la accesibilidad fuese solo un tema de impresión, la solución sería relativamente simple. Pero la distancia geográfica impone una barrera insalvable.
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Mi experiencia con la edición japonesa de El viaje de Shuna de Hayao Miyazaki es el ejemplo perfecto de esto: me lancé a comprarla y el precio base era muy razonable: 11 euros (44 soles) por una historia original, en formato pequeño, ilustrada íntegramente por el legendario director, con imágenes coloreadas en acuarela. Según vi, era mucho más económico hacerlo llegar a España y, desde allí, mi “dealer confiable” (te quiero, Pía) me lo haría llegar a Perú en la maleta de algún viajero de su familia.
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Sin embargo, al no haber escogido un sistema de compra adecuado, el desaduanaje y los impuestos de gestión doblaron el monto total.
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El costo, por lo tanto, no fue determinado por el valor del trabajo del mangaka o de la editorial, sino por la logística, las aduanas y la distribución internacional, por lo que conviene, si se escoge la opción de comprar en Japón, investigar seriamente las posibilidades de importación y también, ¿por qué no?, las ventajas de invertir en los mercados locales y la huella ecológica de realizar este tipo de transacciones internacionales.
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Una opción que siempre encuentro en recomendaciones es Mandarake. Esta plataforma se especializa en artículos de segunda mano y vintage, aunque también vende productos nuevos (sin abrir) en menor medida. Yo no la he usado, así que no puedo comentar la experiencia en primera persona.
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En cualquier caso, comprar manga en italiano, o incluso en japonés, nos ofrece una perspectiva invaluable sobre la economía detrás de la cultura otaku y nos obliga a tener claro si queremos leer o, además de leer, coleccionar.