Eran niños buenos

La responsabilidad colectiva en las actividades delictivas de menores de edad

Por: Angela Valverde Ortiz – Comunicadora social

La pregunta sobre la naturaleza del mal y el origen de la criminalidad ha fascinado y perturbado a la humanidad por siglos. ¿Nacemos buenos o malos? ¿Estamos predestinados a la violencia? Y, quizás lo más importante, ¿quién es realmente responsable cuando un menor comete un delito?

La justicia de Yakov Liebermann y el dilema ético

Para mí, Yakov Liebermann, el cazador de criminales de guerra nazis de la novela “Los Niños del Brasil”, de Ira Levin (1976), encarna una forma de justicia clara y, en cierto modo, sublime. Tras haber sufrido el dolor y la pérdida de la guerra, Liebermann no duda en hacer lo que considera “extremadamente correcto” cuando se enfrenta a una disyuntiva ética brutal: prevenir un peligro potencial a costa de la vida de 94 personas inocentes.

Su elección evidencia la grandeza de sus principios.

Sin embargo, Liebermann es un personaje de ficción, y su dilema nos obliga a confrontar una pregunta real y espinosa: ¿Es justificable cortar de raíz un problema futuro de manera violenta?

La idea, desafortunadamente, no es ajena a nuestra cotidianidad. Lo vemos cuando se habla a la ligera de programas de esterilización forzada para personas de escasos recursos, o cuando damos por sentado que un adolescente infractor de 14 años está condenado a convertirse en un adulto delincuente, independientemente de haber pasado por un centro de rehabilitación (o, incluso, debido a ello).

El planteamiento no solo es eugenésico, sino también clasista, pues nos lleva a asumir que la violencia siempre está vinculada a la pobreza.

¿Los criminales nacen o se hacen? La perspectiva científica

La ciencia ha desmentido hace tiempo las teorías sobre las características físicas e innatas de los criminales, como las propuestas por el médico, antropólogo y criminólogo italiano Cesare Lombroso (1835 – 1909) en el siglo XIX.

Lombroso sostenía que los criminales nacían con ciertos rasgos físicos atávicos (como asimetrías faciales, frentes bajas o grandes mandíbulas), lo que supuestamente los predisponía biológicamente a la delincuencia. Esta visión implicaba una predeterminación al mal y una justificación para la segregación

Hoy sabemos que ningún ser humano nace predeterminado a ser o hacer algo específico, ya sea bueno o malo.

El neurocientífico estadounidense James (Jim) Fallon ha señalado que, aunque existan marcadores biológicos psicopáticos en el cerebro de una persona, estos por sí solos no determinan sus acciones. El entorno en el que se ha crecido tiene una importancia fundamental. A esto se suma la perspectiva de Arielle Baskin-Sommers, profesora asistente de Psicología de la Universidad de Yale, quien en un artículo publicado en The Conversation afirma:

“La realidad es significativamente más sutil y alentadora que las lúgubres historias en los medios de comunicación. Contrario a la mayoría de las interpretaciones, la psicopatía no es sinónimo de violencia. Es verdad que los individuos con psicopatía son más propensos a cometer crímenes violentos que los que no tienen ese desorden, pero el comportamiento violento no es un requerimiento para un diagnóstico de psicopatía.”
Esto nos invita a una reflexión más profunda, llevándonos al análisis de James Waller, psicólogo social, en su libro Becoming Evil: How Ordinary People Commit Genocide and Mass Killing. Waller propone que cada uno de nosotros debería reflexionar acerca de lo que seríamos capaces de llegar a hacer en determinadas circunstancias.

La banalidad del mal: cuando lo ordinario se vuelve terrorífico

La filósofa Hannah Arendt exploró esta idea en su ensayo “Eichmann en Jerusalén” (1963), donde desarrolla el célebre concepto de la banalidad del mal. Arendt explicó que el criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, juzgado y ejecutado en Israel, cometió sus crímenes no por ser un monstruo sádico, sino por ser parte de un régimen político y militar que relativizó las atrocidades y disminuyó la carga moral de las decisiones personales.

En el epílogo de su obra, Arendt subraya:

“Los jueces sabían que hubiera sido muy confortante poder creer que Eichmann era un monstruo… Lo más grave, en el caso de Eichmann, era precisamente que hubo muchos hombres como él, y que estos hombres no fueron pervertidos ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terrible y terroríficamente normales. Desde el punto de vista de nuestras instituciones jurídicas y de nuestros criterios morales, esta normalidad resultaba mucho más terrorífica que todas las atrocidades juntas, por cuanto implicaba que este nuevo tipo de delincuente… comete sus delitos en circunstancias que casi le impiden saber o intuir que realiza actos de maldad.” (Arendt, 2021, pág. 403-404)
La conclusión es inquietante: cualquier persona “normal” podría cometer crímenes si las circunstancias la motivan, coaccionan o hacen creer que está actuando correctamente. La coyuntura internacional actual, donde mayorías justifican o apoyan crímenes contra la humanidad, nos lo demuestra: es gente posiblemente justa y responsable en sus espacios íntimos, y no padece algún trastorno psicológico generalizado.

Tendemos a percibir a los delincuentes como “antihéroes” o “enfermos” ajenos a nosotros, olvidando que nuestra condición nos hace falibles. Inclinarse hacia el mal y provocar daño es, paradójicamente, una característica humana que, por supuesto, podemos frenar, manejar y controlar adecuadamente, con recursos personales y colectivos.

Por esta razón, ante situaciones específicas, es vital observar el proceso previo, entender el fenómeno y no asumir que son casos aislados, desvinculados del contexto social.

Los niños no nacen malos: personajes y realidades

Los 94 adolescentes de “Los Niños del Brasil” no nacieron malos, ni la historia predice que alguno se convertiría en un líder genocida. Esta premisa se extiende a muchos otros personajes:

Anakin Skywalker, de la saga “Star Wars” no era malo a los 8 años.

O-Ren Ishii, de la película “Kill Bill: Volumen 1” (2003), no era mala antes de la masacre de sus padres.

Arthur Fleck, en “Jocker” de 2019, no era malo cuando su progenitora abusaba de él.

Eren Jaeger, protagonista de “Shingeki no Kyojin”, manga de Hayime Isayama, no se hizo malo al ver la terrible muerte de Carla, su madre, ni cuando se unió al ejército siendo un adolescente.

Jeong Ba-reum, el protagonista del drama surcoreano “Mouse” (2021), no era malo a pesar de haber nacido con el “gen psicopático”. Su historia demuestra cómo el entorno (decisiones de adultos, agresividad, ausencia de atención a su salud mental) afectó significativamente su predisposición biológica.

Lamentablemente, esta reflexión no se limita a la ficción. Ni un solo miembro de las maras centroamericanas era “malo” a los 5 años, antes de la situación de calle, la adicción al pegamento y el aprendizaje de uso de armas. Tampoco lo son los niños reclutados por guerrillas, narcotráfico o sectas. Ni siquiera un pequeño carterista de 10 años, aunque ya esté distorsionando sus decisiones morales, es una persona “mala” de por vida.

Detrás de estos personajes, imaginarios y reales, existen circunstancias, condiciones, decisiones políticas, necesidades básicas insatisfechas, injusticia, abandono del estado, negligencia familiar, abuso, modelos de conducta negativos e incluso, condicionamiento intencionado por parte de adultos.

Corresponsabilidad colectiva ante un problema estructural

Siempre llegará el momento en que cada persona será responsable de sus actos y decisiones. Y, por supuesto, los infractores y criminales merecen las amonestaciones y castigos legales correspondientes. Es un esfuerzo mínimo para asegurar la justicia y el bienestar de la comunidad.

Sin embargo, antes de la primera infracción, hay una historia. Y una comunidad que produce constantemente infractores, delincuentes y criminales, donde las normas no se cumplen a cabalidad debido a la corrupción y el compadrazgo de las autoridades, tiene un problema estructural gravísimo, que no se resuelve solo con más seguridad en las cárceles, en las calles, o con leyes más duras.

La jueza Kim Hye-soo de la serie surcoreana “Tribunal de Menores” (2022) afirma: “Si los padres no se esfuerzan, sus hijos nunca cambiarán.” Esta frase, aunque cierta y poderosa, debe ser contextualizada en un marco social mucho más amplio.

Si bien la familia es el primer y más influyente entorno de un niño, no es el único factor que determina su futuro. La sociedad en su conjunto también juega un rol fundamental. Un niño crece inmerso en un ecosistema que incluye la escuela, el barrio, las amistades, el acceso a oportunidades, las políticas públicas y la presencia del Estado.

Cuando una comunidad falla en proveer educación de calidad, acceso a la salud mental, espacios seguros, oportunidades de desarrollo y un sistema de justicia social robusto, está dejando de “esforzarse” a nivel colectivo. La negligencia estatal, la corrupción, la pobreza estructural y la falta de modelos positivos son caldo de cultivo para que los jóvenes se desvíen, incluso si su familia nuclear se esfuerza individualmente.

La dedicación de los padres y madres es vital, pero no suficiente. Para que los niños y las niñas estén a salvo y tengan vidas tranquilas, como sujetos de derecho, necesitamos que toda la sociedad, con sus instituciones y ciudadanía, actúe de manera conjunta, construyendo entornos seguros, justos y llenos de opciones. Solo así podremos contribuir a que el ciclo de exclusión se rompa y asegurar que los “niños buenos” tengan la oportunidad de seguir siéndolo.
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Fuentes:

Arendt, H. (2021). Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal. Penguin Random House.

Baskin-Sommers, A. (n.d.). Psychopaths can feel emotions and can be treated – don’t believe what you see on crime shows. The Conversation. Recuperado de https://theconversation.com/psychopaths-can-feel-emotions-and-can-be-treated-dont-believe-what-you-see-on-crime-shows-181446

BBC News World. (n.d.). ¿Los asesinos nacen o se hacen?. Recuperado de https://bit.ly/3QVQpLJ

Fallon, J. (n.d.). TED Talk: Explorando la mente de un asesino. Recuperado de https://bit.ly/3YPCM2v

Levin, I. (1976). Los Niños del Brasil.

Malo, P. (n.d.). Artículo: Cómo la gente normal se convierte en genocida. Blog Evolución y Neurociencias. Recuperado de https://bit.ly/44oDCEN

Mamá Otaku. (2024, 18 de mayo). Mamá Otaku podcast | Episodio 13: ¿Eren tenía razón? [Podcast]. Recuperado de http://www.youtube.com/watch?v=e564JKzP6BU

Ruffini, S. (n.d.). Cesare Lombroso y el Criminal. Teoría de la Desviación. Recuperado de https://www.simonaruffini.it/cesare-lombroso-e-l-uomo-delinquente/#google_vignette

Tribunal de Menores. (2022). Serie surcoreana.

Waller, J. (200). Becoming Evil: How ordinary people commit genocide and mass killing. Oxford University Press.

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Autore

corrado.scropetta@etik.com

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